Marketing JM - Septiembre 10

“¿Cómo puede el sector privado liderar las grandes transformaciones sociales?”

La educación tiene en sí misma la necesidad de convertirse en el mayor centro de Responsabilidad Social, no ya empresarial, sino humano. El mundo ha cambiado, pero la urgencia de las buenas prácticas educativas sigue siendo un imperativo social y moral.

La ilusión del saber absoluto y la certeza racional ha dejado paso a la incertidumbre. Hay que poder educar en la incertidumbre. Para ello se debe reforzar la flexibilidad, desarrollar la creatividad y poner en juego el pensamiento lateral. La clave parece ser: Aprender a aprender que todo cambia.

Vivimos en un mundo traspasado por la información y la inmediatez. Los niños que nacen tienen una intuición especial para lo tecnológico: los llaman nativos digitales. Son capaces de comprender los mecanismos de aparatos sofisticados, mecanismos que a nosotros nos supone una inversión de tiempo y concentración. Frente a esta realidad, enfocar acciones educativas destinadas sólo a repartir conocimientos enciclopédicos, parece una pérdida de tiempo y dinero.
Lo que se necesita es aprender a jerarquizar, aprender a discernir lo esencial de lo superfluo, lo real de lo ilusorio. Lo que se necesita es poder producir contenidos a partir del análisis y de la síntesis.
Lo que se necesita es encontrarle un sentido, un hilo conductor a la infinidad de conocimientos esparcidos por los medios de comunicación social y la Internet.

Otro de los desafíos que se nos presenta es desarrollar un pensamiento multidimensional, holístico, integral. Un pensamiento flexible, capaz de anticiparse y dejarse sorprender a la vez. Un pensamiento que involucre los distintos aspectos de la realidad: las emociones, lo social, lo racional, lo ecológico, lo empírico o pragmático, lo ético.
Un pensamiento creativo, que se permita jugar y elaborar teorías abstractas. Un pensamiento responsable.

La filosofía de lo 2.0 se cuela en la educación para el futuro. El colaboracionismo, es decir, la capacidad de generar y aportar sinergia, es uno de los puntos fundamentales a la hora de llevar a la práctica proyectos educativos responsables.

Debemos ser proactivos, pero concientes de nuestras acciones y sus consecuencias.

La educación que prepara para el mañana tiene en cuenta la biodiversidad, y con ello nos referimos no sólo al valor de la tierra y su ecosistema, sino a los seres humanos que habitan en él. Respetar las diferencias, celebrarlas e involucrase en procesos de cambio positivo es parte esencial de un futuro socialmente responsable.

Justamente, cuando hablamos de sustentabilidad hacemos mención de este proceso, que implica el proyecto y la apuesta al largo plazo: el poder verse a sí mismo como agente de cambio.